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diumenge, 17 d’agost del 2014

día 1. Hebrón: la ocupación desde dentro


Día 1. Hebrón: la ocupación desde dentro



¡Preparados para marchar de Brigadistas a Palestina! El viaje fue bastante largo… los dos vuelos que tuvimos que coger salieron con retraso por lo que pasamos varias horas esperando y aprovechamos para acabar de cohesionar el grupo. Los nervios estaban a flor de piel. No es fácil entrar en Israel, pueden caerte miles de preguntas por parte de las autoridades en el aeropuerto de Tel Aviv, a un compañero brigadista que llegó unos días antes le interrogaron durante dos horas. Por suerte para nosotros fue todo bordado: el retraso de los vuelos nos hizo llegar a la capital de Israel a las cuatro de la madrugada, por lo que seguramente los responsables de proporcionarte el visado no estaban para historias y fue coser y cantar.

En la llegada a Hebrón hacia las once de la mañana del 16 de agosto nos esperaba un sol derrotador que sólo conseguíamos salvar, como bien nos indicó nuestro guía palestino Walid Abu Al-Halawah, enganchándonos a las pequeñas sombras que ofrecían los edificios de piedra del casco antiguo de la ciudad. Walid, un hombre de aproximadamente unos treinta y cinco años y autóctono de la zona, estaba a punto de ofrecernos un tour que probablemente ninguno de los Brigadistas olvidaremos jamás. Os puede sonar a guiri esto de tour, pero no estoy hablando de esos paseos a los que estamos acostumbrados cuando consumimos turismo occidental, éste viene acompañado de un claro componente emocional y transgresor que nos ha ayudado de manera exponencial a iniciarnos en la causa palestina.
La ruta empieza en la puerta a la Ciudad Vieja.  Hebrón se caracteriza por ser una ciudad construida en círculos a partir del núcleo central. Rodeada de cuatro montañas, la cadena de edificios no sólo crece entre los cuatro montes sino que también los ocupa. Esta extraordinaria ciudad se diferencia del resto de ciudades palestinas por ser la única en la que la frontera entre territorio israelí y territorio palestino es invisible a los ojos, es decir, no hay ningún muro que delimite los dos mundos, pero también por la convivencia in situ de colonos israelitas y ciudadanos palestinos en las mismas calles. Walid nos indica que miremos al suelo para entender la antigüedad de este casco viejo y sepamos ver donde estamos en cada momento: el suelo de piedra pertenece a la zona vieja, el suelo de asfalto o de piedra negra a la zona nueva. Referencia útil para el que se perdiera, pero también para saber en qué sitio opera el Comité de Reconstrucción del Casco Viejo Palestino de la ciudad de Hebrón.
Por fin nos adentramos en el casco antiguo… y tardamos bien poco en experimentar esa sensación de panóptico en el que todo queda registrado. Las cámaras están por todos lados, no hay rastro de puntos muertos que salvaguarden tu imagen, ¡qué horror! Fue en ese momento donde entendimos que Hebrón posee dos historias: una cultural y una política. No existe piedra, reja o comercio que no tenga una doble historia. Con el inicio de la ocupación por parte del gobierno de Israel la población palestina fue abandonando las zonas de mayor control militar para poder continuar con una tranquila y estable cotidianidad, pero por suerte hay palestinos que todavía resisten a ser ahuyentados. El bloqueo consiguió un descenso escandaloso de los comercios de la zona, alrededor de unos quinientos. Muchos comercios familiares eran traspasados de generación en generación y ahora permanecen cerrados, hay que tener en cuenta que es una ciudad con aproximadamente cinco mil quinientos años de historia. Sólo en esta zona del casco viejo existen mil quinientos soldados y tan sólo cuatrocientos colonos. Es decir, hay tres soldados por cada ciudadano judío. Pero la vida de barrio y la hermandad entre el colectivo palestino no permite marchitar la alegría típica del carácter de esta población. 


Tan sólo llevamos cuatro calles y no podemos parar de sorprendernos. Los niños, que hablan muy bien el inglés, nos rodean constantemente intentando encasquetarnos alguna pulsera a módicos precios de maneras muy astutas y hasta sutiles… estos niños saben mucho y ni siquiera han llegado a los diez años de edad, son pequeños hombrecitos que se han tenido que despojar de su inocencia pura para poder sobrevivir y colaborar con la situación familiar totalmente socavada a través de la segregación espacial impuesta en su propia tierra. Los más necesitados corretean en manada con ollas, barreños o cualquier objeto que pueda contener sopa caliente que les ofrece una de las asociaciones que trabaja en el mismo barrio para abastecerles de comida.

Vamos trampeando el calor con pequeños trucos que nos ofrece nuestro guía Walid: las callejuelas están construidas de manera que existan corrientes de aire fresquito en verano y de temperaturas calientes en invierno, ¡es una gozada!


Llegamos a la Mezquita Ibrahim, cuna de las religiones monoteístas, pues en ella están los sepulcros de Abraham, Isaac, Jacob y sus respectivas mujeres Sara, Rebeca y Lea. La masacre de 1994, en manos de un colono israelí, asesinó cerca de veinticinco palestinos a bocajarro justo en el momento en que todos se encontraban de espaldas cuando rezaban, y unas doscientas personas más fueron heridas. La mezquita permaneció cerrada durante un año. En el momento de su reapertura los palestinos habían perdido un sesenta y cinco por ciento de su lugar de culto, éste había sido adaptado para una sinagoga. En su inicio la mezquita contaba con ocho entradas por distintos lugares, actualmente sólo se puede acceder por una. Para acceder a la mezquita debes pasar por un punto de control, un checkpoint. Éste se caracteriza por unas puertas giratorias con barrotes de hierro y al otro lado te espera un jovencísimo o jovencísima militar altamente uniformado y muy armado/a. Pasamos tranquilamente, nosotros, los internacionales. Al resto, los palestinos, les espera un duro control cada vez que quieren acceder a esa zona de la ciudad. La presión a la que se exponen es muy elevada. Les hacen enseñar su “pasaporte”, vaciar los bolsillos, quitarse el cinturón y un sinfín de estupideces que agotan a la población con tal de que se harten y desistan…
A pocos metros de la salida de la mezquita nos paramos en una tiendecita en la que nos invitan a té a todxs los brigadistas, es la tiendecita de “el loco”. Le llaman así porque no aceptó cien millones de dólares, que le ofrecían los colonos para que abandonara los quinientos metros cuadrados que tiene su casa junto con la tienda para convertirlo en territorio ocupado. Su respuesta hacía nuestra sorpresa es sencilla: EXISTIR ES RESISTIR.
Mientras tomamos el té pasan, por delante nuestro, distintos grupos de judíos que se dirigen a la antigua mezquita hoy sinagoga. Las ropas que visten saltan la vista: camisas blancas impecables, pantalones oscuros, zapatos brillantes, etc. No sé si ha quedado suficientemente reflejado con lo escrito hasta aquí que el deterioro que sufre este barrio es muy importante a parte de la suciedad y de la falta de cuidados físicos de los palestinos, será cuestión de estratos sociales… Más aún, estos judíos que se dirigen a la sinagoga llevan pistola, y la llevan a la vista. Muchos de ellos atada a la hebilla del cinturón, pero sólo los hombres. Me pregunto sobre la incomodidad de vivir con esa psicosis permanente que debe llenar sus mentes y les insiste en que se tienen que proteger de los desprotegidos. Cosas totalmente incongruentes. Pero es que la convivencia entre judíos y palestinos es totalmente irreconciliable en este momento, a parte de injusta, extraña y fatídica. La mayoría de las casas de los palestinos tienen las ventanas protegidas con rejas metálicas para evitar que entren las piedras y demás artefactos que les lanzan los judíos. De igual modo, en la Golden Street, antigua calle comercial del casco antiguo, contemplamos una calle con techo elaborado con maderas, rejas o cualquier material que frene los objetos que les lanzan. Cuentan que incluso desde los pisos de arriba los judíos han llegado a mearles encima salpicando la callejuela y los comercios que habitan en ella. Es una lucha por el espacio público, por las calles, por las casas, por los campos… una lucha que hasta ahora parece totalmente masculina, de hombre judío a hombre palestino. Recorriendo las calles puedes tener la sensación de flashback constante, las casas de los palestinos están señaladas como las de los judíos de la Alemania nazi y deben mantener sus puertas abiertas en todo momento, de lo contrario el riesgo el asedio por parte de los militares está asegurado y acompañado de una extrema violencia.
Fue muy grato encontrarse en la Golden Street, que por cierto las calles reciben el nombre del material con el que se han construido, una tiendecita que pertenece a la Cooperativa Women in Hebron. Esta cooperativa, formada por ciento cincuenta mujeres, se dedica a la artesanía (www.womeninhebron.com), primer paso para romper el estereotipo de género asignado al mundo árabe, de aquí a unos días iremos viendo más…
Cambiamos de zona, pasamos al barrio nuevo. Las diferencias son insondables: calles repletas de gente, muchas mujeres arriba y abajo, tiendas y puestos de comida por todos lados, coches en vez de burros estirando un carro, ¡y muchos colores! Comemos allí, en un restaurante de comida típica que nos tratan con muchísima simpatía y nos preguntan si somos del Barça.
Nuestro paseo por Hebrón termina en un edificio en lo alto de una colina, en la que disfrutas de toda la panorámica de la ciudad. Este inmueble pertenece actualmente al grupo “Jóvenes contra el muro”. La historia que nos contaron fue que en esa casa vivía una familia palestina, la cual, como muchas otras, fue desalojada. Gracias a la presión palestina y al soporte visual (grabaciones de las cámaras, etc.) les reconocieron la pertenencia del hogar y les permitieron volver. Casualidades que durante esa falta de recogimiento en la vivienda que les pertenecía consiguieron los visados para poder residir en Jerusalén, fue muy duro rechazar su hogar pero la oportunidad de vivir en esa otra ciudad pesaba más. De esta manera, un grupo de jóvenes decidió ocupar este espacio para convertirlo en un centro social de intercambio de ideas además de soporte emocional y político para el contexto en el que se encuentran. En esta zona de la ciudad únicamente se conservan ésta y otra casa más, el resto ha sido ocupado por los invasores, así que es primoridial la conservación y resistencia de estas posesiones.Como vecinos más próximos, es decir, puerta con puerta, tienen a un grupo de militares israelitas, que no tienen por qué ser de Israel. El gobierno de Israel recluta a gente muy joven proveniente de muchas partes del mundo que son de condición judía. Pudimos hablar, no en este momento, con un joven montrealense y otro argentino. En la visita a "Jóvenes contra el muro" tuvimos una charla con uno de los chicos de la asociación, además le acompañaba una camarada española que estaba haciendo un voluntariado. Nos explicaron que necesitan vivir en paz y sobre todo poder decidir en su día a día. La falta de movilidad es una de las carencias que más resaltan los palestinos, hay veces que ni siquiera pueden ir a visitar a familiares debido a que éstos viven en zonas en las cuales los militares no les dejan acceder. Acabamos en una de las aulas de la casa viendo un mini reportaje editado por ellos mismos (https://www.youtube.com/user/Human1Rights1Press) que a más de uno nos dejó encastados en el asiento.


Acaba el día sin palabras para poder expresarlo de manera adecuada. Nos reunimos con el diputado palestino Fayez A. saqqa, perteneciente al partido político Al Fatah y casado con una burgalesa. La situación en Palestina en su juventud y la persecución que sufría le “permitió” ir a estudiar geología a la Universdad Complutense de Madrid, ningún país árabe aceptaba refugiar a políticos palestinos, de manera que pasó varios años en España. Su familia, perteneciente des de épocas ancestrales a la ciudad de Belén, sufrieron arduamente la invasión y la permanente ocupación del estado de Israel, esto le empujó a formar parte de la guerrilla palestina durante los años setenta. En 1995 regresa a Palestina en el momento de empoderamiento de Al Fatah para recuperar lo perdido. Des de entonces ha estado implicado políticamente en su país y es actualmente parlamentario de la provincia de Belén. Su sólido discurso se articulaba a través del engaño constante de los compromisos internacionales hacia una reacción positiva que ayudara a resolver el ya histórico conflicto árabe-israelí. La situación de desastre nacional, la reducción del pueblo palestino, la segregación geográfica, la ocupación y toma de tierras ilegales crean un escenario insostenible para los milenarios habitantes de estas tierras. Según el diputado Fayez, Israel supone un ahorro de soldados americanos en la frontera entre el mundo occidental y el árabe. Con la creación de este Estado las relaciones históricas entre las diferentes culturas dejan de ser viables y pasan a ser injustas para un segmento de los habitantes. Israel hace con Palestina lo que nuestro querido Sampedro narra en su relato El reloj, el gato y Madagascar: "La libertad de elegir del pobre es como la del niñito que acudió llorando a su madre porque el hermano mayor le había dado la más pequeña de las dos manzanas".  “¿No te dije que le dieras a elegir?”, -recriminó la madre. “Sí, mamá, y lo hice –repuso el mayor-. Le di a elegir entre la pequeña o nada”. Pero aunque muriesen en el último exterminio en Gaza 1893 personas, en el mismo período nacieron 4000. La historia de Palestina es como la gran cita de Túpac Amarú, “volveré y seré millones”.

Issa y Guillermo

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