¡Preparados para marchar de Brigadistas a Palestina! El viaje fue bastante
largo… los dos vuelos que tuvimos que coger salieron con retraso por lo que
pasamos varias horas esperando y aprovechamos para acabar de cohesionar el
grupo. Los nervios estaban a flor de piel. No es fácil entrar en Israel, pueden
caerte miles de preguntas por parte de las autoridades en el aeropuerto de Tel
Aviv, a un compañero brigadista que llegó unos días antes le interrogaron
durante dos horas. Por suerte para nosotros fue todo bordado: el retraso de los
vuelos nos hizo llegar a la capital de Israel a las cuatro de la madrugada, por
lo que seguramente los responsables de proporcionarte el visado no estaban para
historias y fue coser y cantar.
En la llegada a Hebrón hacia las once de la mañana del 16 de agosto nos
esperaba un sol derrotador que sólo conseguíamos salvar, como bien nos indicó
nuestro guía palestino Walid Abu Al-Halawah, enganchándonos a las pequeñas
sombras que ofrecían los edificios de piedra del casco antiguo de la ciudad.
Walid, un hombre de aproximadamente unos treinta y cinco años y autóctono de la zona, estaba
a punto de ofrecernos un tour que probablemente ninguno de los Brigadistas
olvidaremos jamás. Os puede sonar a guiri
esto de tour, pero no estoy hablando de esos paseos a los que estamos
acostumbrados cuando consumimos turismo occidental, éste viene acompañado de un
claro componente emocional y transgresor que nos ha ayudado de manera
exponencial a iniciarnos en la causa palestina.
La ruta empieza en la puerta a la Ciudad Vieja. Hebrón se caracteriza por ser una ciudad
construida en círculos a partir del núcleo central. Rodeada de cuatro montañas,
la cadena de edificios no sólo crece entre los cuatro montes sino que también
los ocupa. Esta extraordinaria ciudad se diferencia del resto de ciudades
palestinas por ser la única en la que la frontera entre territorio israelí y
territorio palestino es invisible a los ojos, es decir, no hay ningún muro que
delimite los dos mundos, pero también por la convivencia in situ de colonos israelitas y ciudadanos palestinos en las mismas
calles. Walid nos indica que miremos al suelo para entender la antigüedad de este
casco viejo y sepamos ver donde estamos en cada momento: el suelo de piedra
pertenece a la zona vieja, el suelo de asfalto o de piedra negra a la zona
nueva. Referencia útil para el que se perdiera, pero también para saber en qué
sitio opera el Comité de Reconstrucción del Casco Viejo Palestino de la ciudad
de Hebrón.
Por fin nos adentramos en el casco antiguo… y tardamos bien poco en
experimentar esa sensación de panóptico en el que todo queda registrado. Las
cámaras están por todos lados, no hay rastro de puntos muertos que salvaguarden
tu imagen, ¡qué horror! Fue en ese momento donde entendimos que Hebrón posee
dos historias: una cultural y una política. No existe piedra, reja o comercio
que no tenga una doble historia. Con el inicio de la ocupación por parte del
gobierno de Israel la población palestina fue abandonando las zonas de mayor
control militar para poder continuar con una tranquila y estable cotidianidad,
pero por suerte hay palestinos que todavía resisten a ser ahuyentados. El
bloqueo consiguió un descenso escandaloso de los comercios de la zona,
alrededor de unos quinientos. Muchos comercios familiares eran traspasados de
generación en generación y ahora permanecen cerrados, hay que tener en cuenta que es una ciudad con
aproximadamente cinco mil quinientos años de historia. Sólo en esta zona del casco viejo existen mil quinientos soldados y tan sólo
cuatrocientos colonos. Es decir, hay tres soldados por cada ciudadano judío.
Pero la vida de barrio y la hermandad entre el colectivo palestino no permite
marchitar la alegría típica del carácter de esta población.
Tan sólo llevamos cuatro calles y no podemos parar de sorprendernos. Los
niños, que hablan muy bien el inglés, nos rodean constantemente intentando
encasquetarnos alguna pulsera a módicos precios de maneras muy astutas y hasta
sutiles… estos niños saben mucho y ni siquiera han llegado a los diez años de
edad, son pequeños hombrecitos que se han tenido que despojar de su inocencia
pura para poder sobrevivir y colaborar con la situación familiar totalmente
socavada a través de la segregación espacial impuesta en su propia tierra. Los
más necesitados corretean en manada con ollas, barreños o cualquier objeto que
pueda contener sopa caliente que les ofrece una de las asociaciones que trabaja
en el mismo barrio para abastecerles de comida.
Vamos trampeando el calor con pequeños trucos que
nos ofrece nuestro guía Walid: las callejuelas están construidas de manera que
existan corrientes de aire fresquito en verano y de temperaturas calientes en
invierno, ¡es una gozada!
Llegamos a la Mezquita Ibrahim, cuna de las religiones monoteístas, pues en
ella están los sepulcros de Abraham, Isaac, Jacob y sus respectivas mujeres
Sara, Rebeca y Lea. La masacre de 1994, en manos de un colono israelí, asesinó
cerca de veinticinco palestinos a bocajarro justo en el momento en que todos se
encontraban de espaldas cuando rezaban, y unas doscientas personas más fueron
heridas. La mezquita permaneció cerrada durante un año. En el momento de su
reapertura los palestinos habían perdido un sesenta y cinco por ciento de su
lugar de culto, éste había sido adaptado para una sinagoga. En su inicio la
mezquita contaba con ocho entradas por distintos lugares, actualmente sólo se
puede acceder por una. Para acceder a la mezquita debes pasar por un punto de
control, un checkpoint. Éste se caracteriza por unas puertas giratorias con barrotes de hierro y al otro lado te espera un jovencísimo o
jovencísima militar altamente uniformado y muy armado/a. Pasamos
tranquilamente, nosotros, los internacionales. Al resto, los palestinos, les
espera un duro control cada vez que quieren acceder a esa zona de la ciudad. La
presión a la que se exponen es muy elevada. Les hacen enseñar su “pasaporte”,
vaciar los bolsillos, quitarse el cinturón y un sinfín de estupideces que
agotan a la población con tal de que se harten y desistan…
A pocos metros de la salida de la mezquita nos paramos en una tiendecita en la que nos invitan a té a todxs los brigadistas, es la tiendecita de “el
loco”. Le llaman así porque no aceptó cien millones de dólares, que le ofrecían
los colonos para que abandonara los quinientos metros cuadrados que tiene su
casa junto con la tienda para convertirlo en territorio ocupado. Su respuesta
hacía nuestra sorpresa es sencilla: EXISTIR ES RESISTIR.
Mientras tomamos el té pasan, por delante nuestro, distintos grupos de
judíos que se dirigen a la antigua mezquita hoy sinagoga. Las ropas que visten
saltan la vista: camisas blancas impecables, pantalones oscuros, zapatos
brillantes, etc. No sé si ha quedado suficientemente reflejado con lo escrito
hasta aquí que el deterioro que sufre este barrio es muy importante a parte de
la suciedad y de la falta de cuidados físicos de los palestinos, será cuestión
de estratos sociales… Más aún, estos judíos que se dirigen a la sinagoga llevan
pistola, y la llevan a la vista. Muchos de ellos atada a la hebilla del
cinturón, pero sólo los hombres. Me pregunto sobre la incomodidad de vivir con
esa psicosis permanente que debe llenar sus mentes y les insiste en que se
tienen que proteger de los desprotegidos. Cosas totalmente incongruentes. Pero
es que la convivencia entre judíos y palestinos es totalmente irreconciliable
en este momento, a parte de injusta, extraña y fatídica. La mayoría de las
casas de los palestinos tienen las ventanas protegidas con rejas metálicas para
evitar que entren las piedras y demás artefactos que les lanzan los judíos. De igual modo, en la Golden Street, antigua
calle comercial del casco antiguo, contemplamos una calle con techo elaborado con maderas, rejas o cualquier material que frene los objetos que les lanzan.
Cuentan que incluso desde los pisos de arriba los judíos han llegado a mearles encima salpicando la callejuela y los comercios que habitan en ella. Es una lucha por
el espacio público, por las calles, por las casas, por los campos… una lucha
que hasta ahora parece totalmente masculina, de hombre judío a hombre
palestino. Recorriendo las calles puedes tener la sensación de flashback
constante, las casas de los palestinos están señaladas como las de los judíos de la Alemania nazi y deben mantener sus puertas
abiertas en todo momento, de lo contrario el riesgo el asedio por parte de los
militares está asegurado y acompañado de una extrema violencia.
Fue muy grato encontrarse en la Golden Street, que por cierto las calles
reciben el nombre del material con el que se han construido, una tiendecita que
pertenece a la Cooperativa Women in Hebron. Esta cooperativa, formada por
ciento cincuenta mujeres, se dedica a la artesanía (www.womeninhebron.com),
primer paso para romper el estereotipo de género asignado al mundo árabe, de
aquí a unos días iremos viendo más…
Cambiamos de zona, pasamos al barrio nuevo. Las diferencias son insondables:
calles repletas de gente, muchas mujeres arriba y abajo, tiendas y puestos de
comida por todos lados, coches en vez de burros estirando un carro, ¡y muchos
colores! Comemos allí, en un restaurante de comida típica que nos tratan con
muchísima simpatía y nos preguntan si somos del Barça.
Nuestro paseo por Hebrón termina en un edificio en lo alto de una colina,
en la que disfrutas de toda la panorámica de la ciudad. Este inmueble pertenece actualmente al
grupo “Jóvenes contra el muro”. La historia que nos contaron fue que en esa
casa vivía una familia palestina, la cual, como muchas otras, fue desalojada.
Gracias a la presión palestina y al soporte visual (grabaciones de las cámaras, etc.) les reconocieron la
pertenencia del hogar y les permitieron volver. Casualidades que durante esa
falta de recogimiento en la vivienda que les pertenecía consiguieron los
visados para poder residir en Jerusalén, fue muy duro rechazar su hogar pero la
oportunidad de vivir en esa otra ciudad pesaba más. De esta manera, un grupo de
jóvenes decidió ocupar este espacio para convertirlo en un centro social de
intercambio de ideas además de soporte emocional y político para el contexto en el
que se encuentran. En esta zona de la ciudad únicamente se conservan ésta y otra casa más, el resto ha sido ocupado por los invasores, así que es primoridial la conservación y resistencia de estas posesiones.Como vecinos más
próximos, es decir, puerta con puerta, tienen a un grupo de militares
israelitas, que no tienen por qué ser de Israel. El gobierno de Israel recluta
a gente muy joven proveniente de muchas partes del mundo que son de condición
judía. Pudimos hablar, no en este momento, con un joven montrealense y otro
argentino. En la visita a "Jóvenes contra el muro" tuvimos una charla con uno de los chicos de la asociación, además le acompañaba una camarada española que estaba haciendo
un voluntariado. Nos explicaron que necesitan vivir en paz y sobre todo poder
decidir en su día a día. La falta de movilidad es una de las carencias que más
resaltan los palestinos, hay veces que ni siquiera pueden ir a visitar a
familiares debido a que éstos viven en zonas en las cuales los militares no les
dejan acceder. Acabamos en una de las aulas de la casa viendo un mini reportaje
editado por ellos mismos (https://www.youtube.com/user/Human1Rights1Press) que a más de uno nos dejó encastados en el
asiento.
Acaba el día sin palabras para poder expresarlo de manera adecuada. Nos
reunimos con el diputado palestino Fayez A. saqqa, perteneciente al partido
político Al Fatah y casado con una burgalesa. La situación en Palestina en su
juventud y la persecución que sufría le “permitió” ir a estudiar geología a la Universdad Complutense de Madrid, ningún país árabe aceptaba refugiar a políticos
palestinos, de manera que pasó varios años en España. Su familia, perteneciente
des de épocas ancestrales a la ciudad de Belén, sufrieron arduamente la
invasión y la permanente ocupación del estado de Israel, esto le empujó a
formar parte de la guerrilla palestina durante los años setenta. En 1995 regresa a Palestina en el momento de empoderamiento de Al Fatah para recuperar lo perdido. Des de
entonces ha estado implicado políticamente en su país y es actualmente parlamentario
de la provincia de Belén. Su sólido discurso se articulaba a través del engaño
constante de los compromisos internacionales hacia una reacción positiva que
ayudara a resolver el ya histórico conflicto árabe-israelí. La situación de
desastre nacional, la reducción del pueblo palestino, la segregación
geográfica, la ocupación y toma de tierras ilegales crean un escenario
insostenible para los milenarios habitantes de estas tierras. Según el diputado
Fayez, Israel supone un ahorro de soldados americanos en la frontera entre el
mundo occidental y el árabe. Con la creación de este Estado las relaciones
históricas entre las diferentes culturas dejan de ser viables y pasan a ser
injustas para un segmento de los habitantes. Israel hace con Palestina lo que nuestro
querido Sampedro narra en su relato El
reloj, el gato y Madagascar: "La libertad de elegir del pobre es como la
del niñito que acudió llorando a su madre porque el hermano mayor le había dado
la más pequeña de las dos manzanas". “¿No te dije que le dieras a elegir?”,
-recriminó la madre. “Sí, mamá, y lo hice –repuso el mayor-. Le di a elegir
entre la pequeña o nada”. Pero aunque muriesen en el último exterminio en Gaza
1893 personas, en el mismo período nacieron 4000. La historia de Palestina es
como la gran cita de Túpac Amarú, “volveré y seré millones”.
Issa y Guillermo
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