No més complicitats amb Isrel

diumenge, 21 d’agost del 2016

DIA 8: Ocupación y humillación en Hebrón

Impotencia, rabia y ganas de alzar nuestra voz por el pueblo palestino. Así nos hemos sentido hoy en nuestra visita a Hebrón, donde hemos podido ver, vivir y sentir en nuestras propias carnes el lado más oscuro de la ocupación israelí. Los primeros colonos en esta ciudad, la segunda más antigua de Palestina después de Jericoh (se calcula que fue fundada hace más de 5.000 años), llegaron en 1968 con la misión 'divina' de limpiar la ciudad de personas no judías. La justificación de esta limpieza étnica era que en Hebrón se encuentra la tumba de la mujer del patriarca Abraham, padre de las tres religiones monoteístas.

Actualmente en el distrito de Hebrón hay hasta 20 asentamientos  (seis dentro de la ciudad) donde viven 45.000 colonos . En virtud del acuerdo de la ciudad de Hebrón de 1997 se divide en dos zonas: H1 y H2. La primera está dirigida por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y rodea la ciudad antigua, mientras que la segunda está controlada por el ejército israelí y abarca todo el centro histórico de la ciudad. Pese a que Israel dice que sólo quiere hacerse con el 20% de Hebrón, este porcentaje corresponde al centro económico, social, cultural y religioso de la ciudad, donde viven 35000 palestinas y 400 colonos.

En la 'old city'  nos hemos encontrado con Walid Halawa, un guía palestino nacido en Hebrón. Lo primero que nos ha hecho ver es el gran contraste entre las zonas H1 y H2 y también entre los asentamientos y los núcleos de resistencia palestina dentro de H2. Frente a la vida, el bullicio y el comercio de la H1 nos encontramos con un H2 muerto y olvidado, en el que muchos comercios ( más de 1600) se han visto obligados a cerrar, ya sea por orden militar o por ataque por parte de los colonos. Hoy en día a los que resisten, les cuesta mucho subsistir a causa de la falta de turismo ( a nadie le gusta ver una ciudad con presencia militar constante) y por el acoso continuo de los colonos. Uno de sus métodos es arrojarles basura, excrementos, piedras e incluso ácido, por lo que tienen que instalar rejas en la parte superior de las zonas comerciales. Otra cosa que nos ha sorprendido es el gran número  de checkpoints que podemos encontrar dentro de la ciudad y las más de 160 cámaras que controlan cada movimiento de las palestinas.



Nuestra primera visita ha sido a la mezquita Ibrahim. Para acceder a ella hemos tenido que pasar un checkpoint (la única manera de acceder al templo para la población palestina), en el que nos han comprobado los pasaportes y donde una compañera, que estaba grabando un vídeo de lo que estábamos presenciando, una militar de unos 18 años le ha obligado a borrar las imágenes, incluso las previas al checkpoint, a pesar de que la ley permite usar cámaras en estos puntos de control. Las restricciones de acceso a la mezquita tiene su origen en la masacre que se produjo en su interior el 25 de Febrero de 1994, en pleno Ramadán, en la que un médico judío de Nueva York entró en el templo con un arma semiautomática y mató a 34 personas por detrás mientras estaban rezando. Dos palestinos lo abatieron y como castigo, el estado Israelí, además de matar a estos dos hombres, clausuró la mezquita durante casi un año y al reabrirla, ellos se quedaron con un 65% del templo, que lo convirtieron en sinagoga, y el otro 35% sigue siendo mezquita. En esta misma se encuentran las tumbas de los patriarcas, Abraham y Sara e Isaac y Rebeca y así hemos podido comprobar las dos historias de esta ciudad: la cultural y la de ocupación.

Hemos vivido un momento de gran tensión cuando tres soldados han salido corriendo y gritando hacia una palestina, a la que han parado de forma violenta al 'sospechar', según nos han intentado justificar después, que llevaba un cuchillo en el bolso y podía atacar a unos colonos que estaban pasaban a su lado. En la acción han llegado incluso a apuntar a la mujer con metralletas. "En dos segundos, esa mujer podría haber perdido la vida por la sospecha de un soldado, por una sospecha", se ha lamentado Walid.



Acto seguido, hemos visto como un niño de uno de los asentamientos que se encuentran dentro de la ciudad, entre risas, ha hecho que unos soldados nos pidieran los pasaportes en un punto que ni si quiera era zona de control. "¿Estás contento ahora?", le ha preguntado uno de los militares después de comprobar nuestra documentación. Estupefactos por la situación, hemos continuado con el tour, pero otra escena nos ha llamado la atención. El niño colono ha empezado a burlarse de un grupo de criaturas palestinas cerca del punto de control y les ha hecho un corte de manga bajo la sonrisa cómplice de los dos soldados, que no lo han frenado hasta que nuestro guía ha intervenido indignado para acabar con este acto de humillación.

Encuentro con Youth Against Settlements

Este tipo de acciones pasan cada día. La asociación con la que nos hemos reunido después de la comida, Youth Against Settlements (juventud contra los asentamientos) trata de grabar las detenciones, agresiones y asesinatos extrajudiciales del ejército contra las palestinas. Un portavoz de la organización nos ha recordado dos casos recientes de jóvenes que han perdido la vida después de ser disparados en dos de los checkpoints de la ciudad. Después de dar una vuelta por Tel Rumedia, una zona donde sólo pueden entrar las palestinas que viven ahí (entre ellas, el activista con el que nos hemos reunido), hemos ido a la sede de Youth Against Settlements, donde hemos podido conocer algunos de sus proyectos. Algunos de ellos son la campaña para la reapertura de la calle Shunada (una antígua arteria comercial cerrada por el ejército), la sensibilización dentro y fuera de Palestina y el acompañamiento de familias que viven bajo la ocupación. El proyecto más importante es el de la formación en medios audiovisuales y grabación, con el objetivo de filmar los abusos cometidos por soldados y colonos para proteger a la población palestina de la ley militar, que establece que se es culpable de cualquier acusación hasta que se demuestre lo contrario.



Hemos tenido la oportunidad de ver algunos de los vídeos grabados por las voluntarias de la asociación, algunos de ellos especialmente impactantes. En alguna ocasión, ha asegurado el portavoz, las palestinas implicadas hubieran muerto de no ser por la presencia de cámaras. Antes de despedirnos nos ha hecho una reflexión para recordar: "Es igual si los soldados son simpáticos, si nos tratan bien o no. No queremos ocupación".

Visita a la comunidad beduina de Susiya

Tras comprar algunos recuerdos en las tiendas de la ciudad antigua de Hebrón, hemos subido al bus dirección Susiya. Los habitantes de este pueblo son una tribu beduina procedente del desierto del Negev, en el que antes de 1948 vivían más de 100.000 beduinos. Desde entonces, El Estado de Israel ha expulsado al 90% de ellos y ha intentado concentrarlos en 7 pueblos que se encuentran en la zona de Siab. El objetivo es conseguir un mayor control del territorio, ya que son los mayores propietarios de tierras, y por otra parte para intentar quitarles su identidad, cultura y costumbres, ya que los beduinos son un pueblo nómada. Además, dentro de lo que consideran Israel, quedan más de 80 comunidades beduinas que este Estado no reconoce, por lo que no tienen acceso a la electricidad, agua, carreteras o cualquier derecho que tiene alguien por el hecho ser ciudadano.

Allí nos hemos encontrado con Abu Jihad, un beduino de 70 años. "El problema en Susiya es el mismo que en Belén, Hebrón, Nablus... Quieren robar la tierra sin las personas", nos ha dicho después de presentarse. Su comunidad fue expulsada de su territorio en 1948 y 1986, y ahora Israel pretende  hacerlo de nuevo. En Susiya viven unas 400 personas desde principios de los años 90. En este momento empezaron a construir pequeños refugios de contrachapado, aluminio y lonas. Israel declaró estas construcciones ilegales y empezaron con las demoliciones. Para evitarlas el pueblo presentó un plan de urbanismo pero el gobierno israelí lo rechazó.



A partir del 2011, el pueblo de Susiya tiene que lidiar con una nueva organización judía que defiende los intereses de los colonos frente a los derechos del pueblo palestino. Una de las acciones que han llevado a cabo fue darles 60 órdenes de demolición con un período de 3 días para presentar un recurso. Este caso sigue abierto a día de hoy.  A pesar del trato al que habían llegado de no demoler, por parte de los israelís, y de no construir, por parte de los palestinos, el acuerdo se ha anulado. Israel alega que los beduinos lo han incumplido al hacer nuevas construcciones (que en realidad eran reparaciones de sus casas), por lo que en cualquier momento el ejército podría llevar a cabo las demoliciones. La comunidad está recibiendo el apoyo de varios países, así como de instituciones como la Unión Europea o la ONU, que están presionando para que Susiya siga en pie. Abu Jihad no se rinde, pero tampoco es optimista: "Puede que las demoliciones no se lleven a cabo ahora pero tarde o temprano lo harán, ellos siempre juegan con el tiempo a favor". A parte del peligro sobre sus casas, los beduinos, que son un pueblo autosuficiente, en estos últimos años, debido al efecto de la colonia que tienen al lado, han visto disminuidos un 20% sus tierras para el cultivo y pastoreo respecto a antes de la ocupación. "El asentamiento sólo ha traído destrucción", se lamenta.

Con las sabias reflexiones de este beduino hemos descubierto un hombre lleno de dignidad y fuerza, la cual pretende trasladar a las nuevas generaciones palestinas. "Las nuevas generaciones resisten por Palestina y tienen un compromiso mucho más grande que el nuestro. Tengo más fe en esta generación que en la nuestra".

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